Hablar de finanzas con niños es tan importante como cualquier otra conversación. Sin embargo, muchas veces se evita tocar este tema por considerarlo incómodo o por el deseo de “no preocuparlos” desde muy jóvenes. Pero, ¿si todos los días llevamos comida a la mesa por qué no explicar cómo la conseguimos?
Los pequeños son curiosos por naturaleza, por lo que podrías aprovechar esas ganas de aprender y descubrir el mundo para que también conozcan cómo es que funcionan las finanzas personales, algo que te agradecerán cuando sean mayores y sean capaces de comprender los beneficio de esto.
Cuándo comenzar a hablar sobre dinero con los niños es una pregunta muy común, y la respuesta es tan simple como variable: cuando ellos empiecen a pedir cosas. La mejor forma de introducir el tema es con una conversación clara y precisa, con palabras que puedan comprender de acuerdo a su edad, pero que deje claro por qué el ahorro y las inversiones son mejores que la felicidad espontánea que da el adquirir algo nuevo cuando no es necesario.
Primera lección: Valor vs Costo
Una forma simple de comenzar la conversación sobre el dinero con tus hijos es detallando la diferencia entre lo que algo vale y lo que cuesta. En palabras simples, el valor de un objeto no se determina por el precio, sino también por otros factores personales y sociales.
Por ejemplo, podrías tomar su juguete favorito y explicarle que este costó $5, pero si a él le dijeran que le cambian esta cantidad por ese objeto probablemente no lo aceptará, ya que además de su precio, su valor aumenta por el cariño que le tiene o lo que significa para él.
En cambio, si él viera una moneda vieja de un centavo, tal vez simplemente la cambiaría por una de la misma denominación, pero más nueva. Sin embargo, al llevarla con un coleccionista aumentaría hasta 10 veces el precio, porque tiene un valor histórico agregado.
Otra cosa que afecta la plusvalía de algo es el entorno y la situación, lo que se puede ejemplificar con una bebida o un alimento en un estadio o un concierto. Una soda, podría tener un precio de $3 en un quiosco fuera de un estadio, pero cuando entras tal vez debas pagar el doble, o más, por el lugar en donde la adquieres, y lo mismo pasa dependiendo de si es una bebida o un café regular, a uno de una marca internacional como Starbucks.
Una vez que comprenda esto, podrás pasar a la siguiente lección, que es el gasto contra el ahorro. En palabras sencillas, no hay mucho más que explicar. Sin embargo, hay que inculcar el reconocer la diferencia entre los gastos necesarios y los impulsos, para que puedan aprender a tomar mejores decisiones sobre cómo usar su dinero. Luego de esto pasamos a otro tema que despertará su curiosidad por la inversión.
Segunda lección: Ahorro o Inversión
Un ahorro es un poco de dinero que reservas para usar después. Su principal característica es que se guarda en un lugar seguro, que puede ser desde una alcancía infantil o una cuenta de banco especialmente para ellos. En cambio, la inversión es también colocar ese dinero en un lugar donde no puedas usarlo, pero con el beneficio de que cuando lo retires podrías obtener una ganancia extra.
Profesionalmente, las inversiones se dividen en las que son de renta fija y variable. Como su nombre lo dice, en el primero se determina un porcentaje extra que recibirás en cierto periodo de tiempo, mientras que en la segunda esta cantidad puede cambiar dependiendo de otros factores.
Pero, para los niños, puedes comenzar con inversiones de renta fija en algún banco o con un seguro, donde ellos puedan ver cómo su dinero va creciendo. O también podrías ir explicándole que más adelante tendrán la opción de invertir en bienes y materia prima.
Como son muy pequeños para adquirir un inmueble, entonces es posible comenzar con la materia prima con un negocio pequeño, como limonadas o dulces frente a su casa. Así notarán que, con un poco de esfuerzo, pueden hacer que lo poco que tienen rinda.
Tercera lección: Planificación
Una vez que han aprendido la diferencia entre gastos, caprichos, ahorro e inversión, la mejor forma de poner todo en práctica, y reafirmar el conocimiento, es crear con ellos un presupuesto o plan sobre cómo gastarán lo que obtengan.
Iniciemos determinando cómo van a obtener el efectivo. Las mesadas o el dinero semanal para la escuela es una de las fuentes principales para los niños, pero también es necesario que comprendan, que para conseguir las cosas hay que trabajar. El primer avance es dándoles labores aptas para su edad en casa, que normalmente no son su responsabilidad, como sacar la basura cada noche, limpiar el patio, ayudar a sus papás a arreglar algo o incluso auxiliar a algún vecino que lo necesite.
Al implementar el presupuesto realiza un par de semanas de prueba, donde lleven un registro de sus ingresos y egresos viendo en qué cosas gastan el dinero. Después, es momento de separarlo en compras necesarias, gustos e impulsos, así como lo que obtienen fijo y lo que han ganado extra con su labor.
A partir de esto, conversa con ellos para motivarlos a que al menos un 15% del total de lo que obtienen lo destinen a ahorrar o invertir. Así mismo, enséñales poco a poco a saber cómo identificar las cosas que no necesitan comprar y hacer que cada adquisición no sea solo un gasto, sino una inversión, al obtener algo que realmente sea útil para el futuro o puedan usar más de una vez.
Con el tiempo, notarás que desarrollarán una mentalidad de crecimiento que los impulsa a superarse y a buscar siempre nuevos retos para avanzar. Así mismo, se convertirán en adolescentes y adultos que tienen un buen manejo de sus finanzas y, por lo tanto, tendrán más inversiones, y menos problemas con el flujo de efectivo.